viernes, 16 de septiembre de 2011

Pequeño tratado del decrecimiento sereno. Serge Latouche


Frente a la barbarie que nos domina, es necesario buscar alternativas, proyectos capaces de cuestionar la realidad que nos rodea y encender una luz que nos permita vislumbrar otro mundo posible. El decrecimiento no se si será la solución, pero tiene la virtud de situar la crisis que nos agobia en su sitio, porque esta crisis no se inició en el año 2008, viene de lejos, solo que a los paises del norte no nos afectaba, estábamos al margen, hasta que la globalización rompió los diques que nos protegían. Veíamos los problemas por la televisión mientras disfrutábamos de un pequeño confort anestesiante. Ahora empezamos a darnos cuenta, en nuestra propia piel, de que leyes gobiernan el mundo.

Hay estudios que afirman que el dinero genera felicidad cuando se vive por debajo del nivel de supervivencia, pero a partir de ahí la relación entre nivel de renta y felicidad adquiere cada vez menos importancia. Entonces ¿por qué esa obsesión por el crecimiento continuo y por la acumulación de capital?

El caracol, no se si por sabiduría o instinto, construye su concha hasta un limite, entonces se detiene y empieza a hacer giros decrecientes, si no hiciera eso, si construyera una espiral más en su concha el tamaño que alcanzaría en vez de procurarle bienestar, se lo impediría. “Nuestra sociedad, dice Serge Latouche en su libro “Pequeño tratado del decrecimiento sereno”, ha unido su destino a una organización basada en la acumulación ilimitada. Este sistema está condenado al crecimiento. En cuanto el crecimiento desacelera o se detiene, viene la crisis, incluso el pánico”. Ante este dilema surgen unas preguntas:

¿Donde está el limite del crecimiento? ¿a partir de que nivel el crecimiento se vuelve una tara, una rémora, un problema para la vida?. Para contestar a esas pregunta volvemos a Serge Latouche, “El Espacio disponible en el planeta tierra es limitado. Éste representa 51.000 millones de hectáreas. El espacio “bioproductivo”, es decir, útil para nuestra reproducción, solo es una fracción del total, unos 12.000 millones de hectáreas. Dividido por la población mundial actual eso da aproximadamente 1,8 hectáreas por persona. En la actualidad el consumo por persona está en unas 2,2 hectáreas, hemos sobrepasado el limite, nuestra concha se ha convertido en una pesada carga. Pero, ¿este consumo es igual en todas partes?, volvamos al libro de Latouche: “Un ciudadano de los Estados Unidos consume 9,6 hectáreas, un canadiense 7,2, un europeo 4,5...” “Si todo el mundo viviera como nosotros, los franceses, serian necesarios tres planetas frente a seis para seguir a nuestros amigos estadounidenses”. De ello no es difícil deducir que nuestro nivel de vida se mantiene gracias a un enorme desequilibrio mundial, “la mayor parte de los países de África consumen menos de 0,2 hectáreas de espacio bioproductivo,..., aunque esos mismos países nos proveen los alimentos para nuestro ganado”.

¿Cual es la solución para este dilema? Algunos la vieron en el control de natalidad llegando a afirmaciones tan contundentes como la de Willian Vogt, (De 1951 a 1962, fue Director Nacional de la Federación de Paternidad Planificada de América. En 1964, se convirtió en el Secretario de la Fundación para la Conservación. Fue representante de la Unión Internacional para la conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales de las Naciones Unidas hasta su muerte en 1968.) , “si se llevara a acabo de manera enérgica una guerra bacteriológica a gran escala, sería un medio eficaz para devolverle a la Tierra sus bosques y pastizales”, planteamientos que no se han abandonado pues los planes de esterilización o eliminación sobre poblaciones indígenas no se han abandonado. Y aún en el caso de que esa fuera la solución y lográramos controlar el crecimiento demográfico, si los 6.000 millones de habitantes, nos dice Latouche, vivieran según un modo de vida occidental modesto completamente basado en energías renovables, aun así necesitaríamos 1,8 planetas”.

Si el control demográfico no es la solución ¿donde la podemos encontrar?. Para Latouche está en el cambio de sistema económico, hasta ahora todos los regímenes han sido productivistas, todos han hecho del crecimiento la piedra angular de su sistema, por ello es necesaria una revolución cultural “que deberá desembocar en una refundación de lo político” por ello “el decrecimiento es, pues, un proyecto político, en el sentido fuerte del término; un proyecto de construcción, tanto en el norte como en el sur, de sociedades amables autónomas y ahorradoras”. Este proyecto se sustenta en “la articulación sistemática y ambiciosa de ocho cambios interdependientes que se refuerzan unos a otros”. Estos cambios son conocidos como el circulo virtuoso de la R: revaluar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir, reutilizar, reciclar.
¿Qué plantean estos conceptos? Plantean cambios profundos que podemos ver a continuación:

  • -Revaluar: Supone un cambio en la escala de valores que nos domina, el apoyo mutuo frente a la competencia, lo local frente a lo global, lo razonable frente a lo racional, el goce de la vida frente al consumo ilimitado, etc...
  • -Reconceptualizar: Supone redefinir los conceptos duales que nos tiranizan: riqueza/pobreza, escasez/abundancia. Conceptos que en aras a una futura “riqueza” han desmantelado sociedades austeras, tachándolas de pobres y se las ha hundido en la miseria.
  • -Reestructurar: Significa adaptar el aparato productivo y las relaciones sociales a la nueva escala de valores, supone el desmantelamiento del sistema capitalista.
  • -Redistribuir: Conlleva el reparto de la riqueza tanto a escala mundial como local
  • -Relocalizar: Producir localmente los bienes esenciales para satisfacer las necesidades de la población, “si las ideas deben de ignorar las fronteras, dice Latouche, los movimientos de mercancías y capitales deben limitarse a lo indispensable”
  • -Reducir: Disminuir el impacto que tienen en la biosfera nuestras maneras de producir y consumir, “la producción de basuras caseras por cada habitante es de 760 kg al año en los Estados Unidos, 380 kg. En Francia, 200 kg. en la mayor parte de los países del Sur”.
  • -Reutilizar y Reciclar: Conceptos que van parejos y que van en contra del despilfarro y la obsolescencia que dominan las relaciones nuestra sociedad.
Estas ocho ideas definen un proyecto donde la autonomía es primordial, (autonomía en el sentido etimológico, sociedad que se impone sus propias leyes), frente a la heteronomía que nos gobierna, (sociedad dirigida por la mano invisible que llamamos mercados).

Pero, ¿en que medida no es el decrecimiento un planteamiento nostálgico y en cierta forma reaccionario?. Según Latouche, el decrecimiento mira al pasado y recoge aquello que puede permitir una revolución que salve a la humanidad de la debacle. Se plantea como un proyecto a escala local con intención de transformación global donde la austeridad y la sencillez adquieren gran protagonismo. Para ello, “es necesario profundizar aun más en la elaboración de propuestas concretas”, propuestas realizables a corto plazo que marquen un camino a seguir como:

  • -Recuperar una huella ecológica igual o inferior a un planeta.
  • -Integrar en los costes de transporte los prejuicios generados por esta actividad.
  • -Relocalizar las actividades, reduciendo de forma considerable los desplazamientos de individuos y de mercancias por el planeta.
  • -Restaurar la agricultura campesina, de ámbito local y de temporada.
  • -Reducción del tiempo de trabajo como medida para la creación de empleo.
  • -Fomentar los bienes de comunicación que no supongan consumo y permitan un intercambio de experiencias y conocimientos.
  • -Reducir el despilfarro de energía.
  • -Penalizar los gastos en publicidad.
  • -Decretar una moratoria a la innovación tecnocientífica para reorientar dicha investigación hacia las nuevas aspiraciones, fuera de las presiones productivistas.
  • -Crear una fiscalidad mundial que grave las transacciones financieras, las ganancias de las multinacionles, las emisiones de carbono, los desechos nucleares, etc...

Estas propuestas tendrían un doble efecto: “por un lado, reducen progresivamente la huella ecológica; por otro lado, ofrecen a la colectividad invaluables fuentes para amortiguar el choque, proceder a inversiones indispensables de reconversión o paliar las disfunciones inevitables generadas por el nuevo curso de las cosas.” Son propuestas reformistas que crearian las condiciones para un cambio radical de rumbo, pues no renuncian a los objetivos de la utopía. “El potencial revolucionario de esta utopía, dice Latouche, su fecundidad, no es incompatible con el reformismo político puesto que los inevitables compromisos de la acción no degeneran en falsos compromisos del pensamiento.”

Los entrecomillados pertenecen al libro “Pequeño tratado del decrecimiento sereno” Serge Latouche, editorial Icaria

domingo, 3 de julio de 2011

Tiempos Liquidos. Zygmunt Bauman



Que vivimos en una época de incertidumbres, de dudas, con pocos asideros a los que agarrarnos cuando hay tormenta, es algo que ya casi nadie discute. Llegué a este libro a raíz de la lectura de una entrevista con Gaspar Llamazares, en la que hacia mención al sociólogo polaco. Días después curioseando en una librería encontré el libro y no pude resistirme. Lo he leído ya tres veces y en él Bauman hace un análisis de la sociedad en que vivimos, una sociedad en estado liquido, donde nada perdura, donde estamos sometidos a continuos cambios. Una sociedad que como un video clip funciona en el plano corto, cortísimo, las noticias vuelan, los conocimientos caducan antes de haberlos asimilado. Una sociedad en continuo estrés, alejada de la reflexión y obligada a la acción continua. Una sociedad, en definitiva, que se atomiza en seres individuales cada vez más aislados, cada vez más atenazados por el miedo, cada vez más insensibles e insolidarios, pues la sensibilidad y la solidaridad no cotizan en bolsa.
Pero ¿como hemos llegado a esto? ¿donde está el foco de esta incertidumbre?, Bauman pretende en este libro hacer un diagnostico que permita una respuesta a este caos. En la introducción fija los conceptos básicos “al menos en la parte desarrollada del planeta se han dado, o están dándose ahora, una serie de novedades no carentes de consecuencias y estrechamente interrelacionadas, que crean un escenario nuevo y sin precedentes para las elecciones individuales, y que presentan una serie de retos antes nunca vistos”. ¿Qué novedades son estas?, Bauman, las resume en cinco:

1ª- Paso de la fase sólida del Estado a la liquida, con la pérdida de puntos de referencia para las acciones humanas, con la pérdida de perspectiva. “las formas sociales ya no pueden mantener su forma por más tiempo, porque se descomponen y se derriten antes de que se cuente con el tiempo necesario para asumirlas”.

2º- Separación entre el poder y la política. El poder encarnado por los mercados funciona a nivel global, mientras que la política solo logra funcionar a nivel local sin capacidad para controlar los cambios. “Gran parte del poder requerido para actuar con eficacia, del que disponía el Estado moderno, ahora se está desplazando al políticamente incontrolable espacio global”... “ La ausencia de control político convierte a los nuevos poderes emancipados en una fuente de profundas y en principio, indomables incertidumbres, mientras que la carencia de poder resta progresivamente importancia a las instituciones políticas existentes, a sus iniciativas y cometidos, cada vez menos capaces de responder a los problemas cotidianos de los ciudadanos del Estado-nación, motivo por el cual éstos, a su vez, prestan menos atención a dichas instituciones”. Esto trae consigo una continua delegación de las responsabilidades del Estado a la iniciativa privada.

3º- Supresión o privatización de los seguros o medios utilizados por el Estado para mantener la cohesión social y paliar el fracaso individual socavando el más mínimo concepto de solidaridad. “La exposición de los individuos a los caprichos del mercado laboral y de bienes suscita y promueve la división y no la unidad; premia las actitudes competitivas, al tiempo que degrada la colaboración y el trabajo en equipo al rango de estratagemas temporales que deben abandonarse o eliminarse una vez hayan agotado sus beneficios”.

4º- Desaparición de la planificación o los proyectos a largo plazo. Todo cambia tan rápidamente que los méritos alcanzados carecen de valor, solo interesa el presente, la experiencia ya no es un grado, es un lastre por improductiva. “Cada paso sucesivo necesita convertirse en respuesta a una serie distinta de habilidades y una distinta organización de los recursos con que se cuenta”.

5º Se prima la responsabilidad individual. El individuo se convierte en el único responsable de lo que hace o deja de hacer. Las normas sociales pierden fuerza en aras del éxito individual, todo o casi todo vale, es la lucha por la supervivencia, sobrevive el ágil, los escrúpulos sobran. Son los tiempos de la flexibilidad, concebida como: “la presteza para cambiar las táctica y estilos en un santiamén, para abandonar compromisos y lealtades sin arrepentimiento, y para ir en pos de las oportunidades según la disponibilidad del momento, en vez de seguir las propias preferencias consolidadas.”

Una vez planteadas estas novedades sociales que configuran los tiempos líquidos en que vivimos, Bauman dedica el libro a analizar como ha cambiado el mundo, un mundo en el que nadie puede escapar a ninguna parte, pues no hay lugares ignotos, se ha configurado una comunidad global interrelacionada por los medios de comunicación que llegan a cualquier rincón. Una comunidad donde las desigualdades sociales son más evidentes, más palpables y más profundas. Una comunidad donde ha desaparecido el principio de soberanía territorial, donde el comercio, el capital, la información y la delincuencia se mueven a sus anchas, desmantelando las mínimas estructuras que permiten a la población de un país vivir segura.
Las fronteras han sido vulneradas por la globalización negativa, causa de injusticias y violencia. Todo ello ocurre bajo el auspicio de organismos internacionales como el FMI, la OCDE y el Banco Mundial. Esto trae consigo la implantación del Mercado sin fronteras y su reverso, el nacionalismo fanático (fascismo, integrismo religioso, terrorismo, xenofobia). Esta dialéctica desencadena el miedo, el miedo como falso elemento aglutinador, que provoca la perdida de derechos civiles y políticos con tal de salvaguardar la seguridad.
El miedo se ha instalado y satura nuestros hábitos diarios, nos vuelve inseguros, hipocondríacos y obsesionados por el bienestar. Desconfiamos de todo y tendemos a crear un bunker que potencie nuestra seguridad individual que es lo importante. El miedo se convierte en el eje de una estrategia comercial, en el centro de una gran industria.
Las ciudades que eran el lugar donde las tasa de interacción y comunicación humanas eran más altas, se convierten en la principal fuente de miedos, las viviendas en vez de integrar a las personas en sus comunidades, se diseñan para aislarlas, defenderlas de los extraños. Los pudientes se alejan de la ciudad hacia barrios residenciales fuertemente protegidos. La arquitectura en vez de facilitar el encuentro, busca interceptar y repeler al intruso. Las ciudades se polarizan, la seguridad se privatiza, los espacios públicos se degradan, el ocio y el comercio se trasladan a centro cerrados fuertemente vigilados. El todo terreno, vehículo inexpugnable, se convierte en un símbolo de poder, da seguridad. Lo paradogico, es que esto ocurre en las sociedades avanzadas, las sociedades más seguras que han existido, pero que crean a los individuos más vulnerables. Individuos obsesionados por la búsqueda de la seguridad absoluta, individuos desconfiados y susceptibles porque han perdido los vínculos sociales, individuos con una gran inseguridad existencial.
El estado en la época solida gestionaba el miedo e impedía su proliferación mediante una red protectora, que aunque no redistribuía la riqueza al menos auxiliaba, frente a la desgracia individual. Era un sistema de protección que permitía confiar en el futuro y desterrar temores, los trabajadores podían confiar en su oficio y en la colectividad, la solidaridad era una bandera. Pero si la sociedad no garantiza el futuro, el miedo a la exclusión destruye el compromiso político con la democracia. Si los derechos sociales son papel mojado, desaparece el interés por ejercer los derechos políticos. Si los miedos se gestionan de una forma individualizada, porque se considera que la gestión pública es una rémora, la competencia sustituye a la solidaridad, los vínculos colectivos se diluyen, la integración deja paso a la exclusión.
En la desgracia individual dejan de primar las causa sociales. El parado se convierte en un ser superfluo, el anciano en una carga, el emigrante en un delincuente y la vida en una transacción comercial.